miércoles, 4 de junio de 2014

Al abrigo del silencio…(Vals de la luna invisible)

Tenía meses sin escribir algo, lo sé, pero era quizás porque no encontraba el tiempo (mentira) o el lugar (otra mentira)…dejando mi auto-descaro aparte, entiendo que toda excusa que me plantee sería para evitar llegar a la inminente verdad; me perdí de nuevo de mí mismo. Pretendí negar esta última aseveración por mucho tiempo ya, pero creo que a lo largo de mis cortos años la negación de mis emociones ha sido siempre el inicio de todas mis tragedias. Sentado en el silencio de mi habitación en el piso 3, por fin solo…o al menos con la ilusión bien construida de estarlo pude por fin percatarme de eso…
La noche por fin trascurre en calma…no lo digo de esta manera porque haya sido particularmente agitada o algo similar, NO…lo digo en referencia a la presencia solemne y dulce compañía que hoy particularmente representa la oscuridad de la noche para mí. Hay hoy por fin silencio…lo suficientemente sepulcral como para oír con toda claridad la tos de algún desdichado que vaga dos calles más abajo, o como para que el crujir de los dientes de la rata que intenta escapar del closet (que yo mismo cerré) del supuesto “mr ordenado” con quien comparto cuarto retumben en las paredes cual martillar insoportable de cualquier ferretería común. Decido entonces tomar mi cuaderno y recostar mi cabeza de las heladas rejas, que en este momento son lo único que separa mi cuerpo de una caída potencialmente letal, y sentir por un rato la manera en las que absorben mi calor ¿o quizás yo su frío? No lo sé ni me importa…en realidad solo quiero respirar una tras otra las bocanadas mentoladas que se funden tras los barrotes con el frío aire que flota inmóvil, tan invisible como visible al mismo tiempo…espectral, supongo. Tan inmóvil yo como el aire que ya hace rato me volvió parte de sí, absortos mis ojos en lo poco que logro ver de cielo entre los edificios, buscando una luna que sé que no veré hoy, pero mi mente…es otra historia.
Sigue divagando sin cesar sobre la perfección que ha llegado a mis días, tropiezos más o tropiezos menos (como es natural en nosotros los imperfectos humanos) sigue teniendo el mismo giro: soy profundamente feliz, pero aun así…no puedo evitar sentirme terriblemente frustrado.
Mi camino ha sido como el de cualquier otro mortal, con altos y bajos, pero para mí fortuna y quizás gracias a presencias celestiales, destino o buena estrella quizás, he contado siempre con compañía de inmejorable calidad. Siempre ha habido quien me tienda una mano amiga aun cuando he creído no necesitarla por lo que estaré siempre en una deuda que no sé cómo si quiera empezar a pagar. Los amo. Pero mi felicidad no acaba ahí…lo que realmente gira en mi mente es que la vida me ha sacado a bailar un segundo vals. No suele pasar con frecuencia…la oportunidad de responder la pregunta ¿qué hubiese pasado si yo no hubiese dado ese traspié? (o en mi caso…si no hubiese huido acobardado del primer baile) Pero la tengo, y no la desperdiciaré.
Pero tanta luz no puede aparecer sin generar sombras…
Mi forma de bailar el vals generará aversión, e incluso horror en algunos otros asistentes a esta gala. Considerándolos en parte a ellos fue que me mantuve fuera de la fiesta, negando mi capacidad de mover mi corazón al compás de la melodía de dos, teniendo solo una cosa presente en todo momento: Miedo…a estar en el centro de las miradas, a ser excluido y quien sabe qué más…miedo a mover mis pies en la dirección que yo decida.
Pero el miedo cansa…
En cierto punto me cansé de ver a los demás, de ser un simple espectador, y me pregunté a mí mismo si de verdad me importaban tanto los otros asistentes…mi respuesta fue automática, pero clara “te deben importar tanto como tu humanidad les importe a ellos”.
Sin negar el inmenso miedo que siento por esto, pongo los pies sobre la pista, vestido con mi mejor traje, elegante y sobrio como la noche que me da cobijo doy firmes pasos adelante junto a mi vida, con la frente siempre en alto, pues la vida que me acompaña en esta gala…

Es mía, y solamente mía.